Jazmín

(Jasminum officinale o grandiflorum)

El Príncipe de la Alegría y Rescatista del Alma

El Jazmín es el aceite esencial que encarna la unión entre Júpiter y la Luna, y trabaja con la fuerza luminosa del fuego. Es la danza del alma cuando vuelve a creer, el perfume que despierta el deseo de estar vivos.

Príncipe de la alegría, el Jazmín no discute con la tristeza: la disuelve con luz, con dulzura, con belleza. Es un tónico anímico profundo: despierta la voluntad dormida, estimula la creatividad, eleva la autoestima, la seguridad, la autoconfianza. Disuelve miedos, desbloquea zonas estancadas que impiden crear, y devuelve el pulso vital a quienes han quedado atrapados en la rutina emocional.

Es un antídoto contra la apatía, la abulia, el aburrimiento, el estrés y el cansancio extremo. En momentos de bajón, cuando no hay ganas de nada, el Jazmín enciende la chispa, propone nuevas ideas, nuevos vínculos, nuevos proyectos. Restaura la energía emocional y espiritual.

No está indicado para depresiones profundas porque no baja al subsuelo: el Jazmín invita a subir, a respirar, a bailar, a salir. Cuando el árbol impide ver el bosque, cuando se ha perdido el sentido, el Jazmín es el amigo que te rescata del humo de las sombras, el que te toma de la mano con perfume y te devuelve el valor de tu propia existencia.

Es afrodisíaco, parte de los rituales del tantra. Relajante como toda flor blanca, pero sensual y estimulante como fuego sagrado. Abre caminos a la intuición y al gozo. Al trabajar sobre el fuego, el útero, los deseos, conecta con la fertilidad del cuerpo y del alma.

Es un aroma que equilibra el ánimo, eleva el espíritu, despierta la intuición, y ofrece confianza para salir al mundo desde el centro del propio valor.

En resumen, el Jazmín es el aroma del sí a la vida, el que recuerda que hay belleza, propósito y creación aún en medio del humo, aún cuando todo parecía perdido.