Lavanda Mont Blanc
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Lavandula Angustifolia, o Lavanda Officinalis
Es la bruja blanca del reino vegetal. No por misterio, sino por sabiduría antigua. Su nombre viene del latín lavare, lavar, y eso es precisamente lo que hace: lava, limpia, purifica. Pero no sólo la piel o las heridas externas; limpia los pensamientos que envenenan, las emociones que se quedaron atrapadas, los diálogos mentales que no nos dejan dormir ni vivir en paz.
Regida por Mercurio, trabaja sobre el elemento aire: la mente, los pensamientos, la forma en que hablamos con nosotros mismos. Es una gran alquimista del pensamiento desordenado. Cuando la cabeza está revuelta, cuando la ansiedad toma la palabra, cuando el insomnio se vuelve habitual, ella aparece con su perfume claro y firme, y corta el hilo de la verborragia interna, como una maestra amorosa que sabe cuándo decir “basta”.
Lavanda es equilibrio entre lo sensible y lo funcional. No dramatiza, no se disuelve en emociones: ordena. Estabiliza. Administra. Es capaz de contener el caos nervioso, la hipertensión emocional, los fuegos que se prenden en el cuerpo o en el alma. Sirve para las quemaduras físicas, pero también para aquellas que dejan los vínculos, las palabras, los pensamientos hirientes. Es un antídoto. Antitóxica. Antihisteria. Antiexceso.
En el terreno de la autoestima, trabaja de forma sutil pero profunda: ayuda a reconstruir la imagen interna que tenemos de nosotros mismos, pero desde la limpieza. No te maquilla el ego, te despeja lo que lo distorsiona. Ayuda a vernos con compasión, con funcionalidad, con claridad. Nos pone los pies en la tierra para que podamos vernos desde donde sí podemos avanzar. No trabaja los sentimientos como la rosa, ni abre el corazón como la naranja: la lavanda ordena la mente para que el corazón no se ahogue en ella.
Es una gran aliada en crisis nerviosas, cuadros psiquiátricos, trastornos del sueño, palpitaciones, desórdenes emocionales nocturnos, y también en toda dolencia que implique inflamación, tensión, veneno acumulado, ya sea en la piel o en el alma. Actúa como tónico cardíaco y sedante mental, pero también como guía energética: ayuda a lo que tiene que ser ayudado y corta lo que tiene que ser cortado.
Lavanda es la guardiana interior, la que pone límites, la que enseña a gobernar la acción sin perder la sensibilidad. Extremadamente compasiva, pero jamás permisiva. No tolera los monstruos interiores, los expulsa con elegancia.
Lavanda es la sanadora que te toma de la mano, te limpia la frente y te dice en silencio: “ya pasó… ahora, empecemos de nuevo”.