Vetivert

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(VETIVERIA ZIZANOIDES)

El Vetivert es tierra líquida. Su aroma denso, oscuro y persistente nos conecta con lo profundo, con lo que está debajo de todo, con lo que sostiene en silencio. Es una raíz india que crece hasta treinta metros hacia el centro del mundo, y su mensaje es claro: para regenerarte, necesitás hundirte, tocar fondo, volver a vos. Es un aceite esencial para cuando ya no podés más, para el agotamiento mental, la inapetencia, el insomnio, para cuando el cuerpo pide descanso y el alma necesita refugio. Su energía es grave, lenta, envolvente. No viene a activar ni a empujar: viene a abrigar.

El Vetivert trabaja con la vibración de la tierra, y responde al arquetipo de Mercurio en sus momentos de silencio: cuando el discurso se retira, cuando las palabras sobran, cuando el único diálogo posible es con uno mismo. Es ideal para momentos de colapso emocional, cuando la mente no encuentra salidas y el corazón se siente cansado de insistir. Su energía desciende en espiral y comienza desde abajo: limpia, drena, y desde esa profundidad callada, comienza a sostener. Nos lleva al encuentro con nuestras necesidades básicas —comer, dormir, sentir abrigo— porque entiende que sin eso no hay sanación posible.

En lo emocional y sutil, el Vetivert trabaja sobre el debilitamiento del yo: la sensación de no ser tenido en cuenta, los recuerdos dolorosos en relaciones pasadas, la falta de firmeza en el hablar, la timidez, la tensión nerviosa, el sometimiento afectivo nacido de la autodesvalorización. Es una raíz que ayuda a cortar vínculos que ya no nutren, a elegir desde otro lugar. A veces, nos lleva a sentir demasiado, incluso a sentirnos demasiado solos. Pero no para aislarnos, sino para enseñarnos a habitar la soledad como lugar sagrado, como espacio donde nos reencontramos con quien más importa: nosotros mismos.

Vetivert no es un aceite para lo social, sino para el alma. Es un repelente suave que nos protege del ruido externo cuando necesitamos silencio para volver a escuchar la propia voz. Nos hace hablar menos, nos hace movernos menos, porque nos pide reposo. Nos prepara para la regeneración. Su medicina es lenta, pero profunda. Nos devuelve la confianza básica: la certeza de que todo lo que necesitamos nos será dado, si aprendemos a quedarnos con nosotros mismos.

Vetivert es volver a casa. No a una casa afuera, sino a la propia tierra interna. A ese lugar donde nada se exige y todo se sostiene.

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